El premio Nobel de literatura del año 2.005 le llegó a Harold Pinter, uno de los representantes de la llamada generación de Jóvenes Airados británicos de los años sesenta, cuando prácticamente ha dejado el teatro y lucha contra un cáncer de esófago que le fue diagnosticado en 2002.
Recién cumplidos los 75 años y después de 29 piezas teatrales, entre ellas algunas tan famosas como 'La Fiesta de Cumpleaños', 'The Caretaker' o 'Viejos Tiempos', así como varios guiones de cine, entre ellos para Joseph Losey, Pinter se confesaba últimamente agotado.
"Creo que he dejado de escribir teatro... Llevo escritas ya 29 obras. ¿Acaso no es suficiente?", se preguntaba recientemente con motivo del estreno de una pieza para la radio con música de James Clarke, titulado 'Voces', emitida este mes por la BBC el día de su cumpleaños.
Compromiso político
Todas ellas tienen en común la que ha sido siempre su preocupación por la relación de poder entre el verdugo y la víctima, el torturador y el torturado, el dueño y el esclavo.
Aunque últimamente haya sustituido el teatro por los escritos políticos, se ha referido a Irak como "un acto premeditado de asesinato de masas" o a los Estados Unidos, de George W. Bush, como "un monstruo descontrolado", Pinter ha sido siempre en el fondo un escritor político.
La crítica ha señalado que las luchas por el poder que son siempre materia de sus dramas se caracterizan por una fuerte ambigüedad al no quedar nunca claras las razones para la victoria o la eventual derrota de los personajes.
Su teatro, que continúa en cierto modo el de Samuel Beckett y está influido también por la novelística de Franz Kafka, utiliza el lenguaje corriente, pero Pinter lo carga de ambigüedad, de pausas, de silencios de gran efecto teatral.
Un inconformista consagrado al teatro, nacido en 1930 en el East End londinense, hijo de un sastre judío inmigrante de Europa Oriental, Pinter se vio separado de sus padres al estallar en 1939 al estallar la Segunda Guerra Mundial y verse evacuado a la campiña inglesa.
Aquella separación, traumática para él, iba a sin embargo a alimentar su imaginación y la mirada introspectiva de su teatro.
Tras regresar a Londres con 14 años, Pinter se matriculó, gracias a una beca, en la Royal Academy of Dramatic Art londinense aunque dejó sus estudios al cabo de sólo dos años.
Siempre inconformista, fue condenado a una multa por un juez en 1949 por negarse a completar su servicio nacional como soldado.
Hombre de teatro hasta la médula, Pinter fue actor antes que autor y recorrió el país con distintas compañías de provincia mientras publicaba sus primeros versos.
Su primera obra larga, 'La Fiesta de Cumpleaños', estrenada en 1958 en el West End londinense fue muy mal recibida por la crítica de entonces y retirada del cartel una semana después del estreno.
El joven dramaturgo no se dejó intimidar, sin embargo, por ese fracaso, sino que tres años más tarde publicaría 'The Caretaker', que iba a establecer su reputación como uno de los más destacados dramaturgos en lengua inglesa.
Pinter escribió también numerosos guiones para el cine, entre ellos los de 'El Sirviente' o 'El Mensajero', películas ambas dirigidas por Losey, o el de 'La mujer del Teniente francés', de Karel Reisz.
En realidad, nunca ha dejado de actuar, lo mismo en el teatro que en películas, en la radio y en la televisión e incluso en su última obra, la citada 'Voces' se reservó un papel.